domingo, 11 de noviembre de 2007

Violación

Dejar atrás una pesadilla, encontrarse con un problema. VIOLACIÓN


Cuando tenía 18 años, Patricia acudió a una fiesta y cuando comenzó a sentirse mal, en seguida sospechó que la bebida podía estar drogada. Uno de los chicos se ofreció a llevarla a su casa. Ella, mareada y confundida, aceptó. Y entonces comenzó su pesadilla: «En el momento en el que me di cuenta de que ese chico iba a violarme, me sentí totalmente aterrorizada. Recuerdo que lloré y recé durante todo aquel calvario». Patricia volvió en sí justo a tiempo para darse cuenta de que iba a ser violada por segunda vez.
La pesadilla que sufrió se alargó e intensificó por las acusaciones de sus amigas y la vergüenza de su familia. Dos meses después, una amiga la llevó hasta el Centro de Planificación Familiar: «Simplemente estar allí era humillante. Era tan impersonal y tan frío...», relata. «Dos “asesoras” me informaron de que el test había dado positivo, y entonces les conté que había sido violada». Ellas, sin perder un instante, le presentaron un panorama bastante disuasorio: «O continuar con el embarazo y enfrentarse a las tremendas cargas de criar a un hijo sola, a los 18 años, añadido al estigma de cargar con el hijo de un violador, y que posiblemente tenga severas discapacidades, o pasar por una intervención médica, segura y sin dolor» que le permitiría «dejar atrás la pesadilla de la violación». Patricia aceptó abortar y dos días después estaba llorando en una silla ginecológica, mientras se sentía casi tan humillada como en la agresión sexual. «En mi opinión, el aborto sólo agrava el trauma y el dolor de una violación», reflexiona quince años después.
Éste es uno de los testimonios que aparecen en «Victims and Victors» (Acorn Books Springfield).

No hay comentarios: