domingo, 8 de julio de 2007

"Carta abierta a una madre"



Querida mamá: Baby2prsm.jpg - 42.9 K

Perdona que te llame así, pero para mí continuarás siendo mi madre por toda la eternidad. !Cuánto siento que no me hayas permitido llegar a nacer! Alegaste como uno de tus motivos, que te aquejaba una gran delibidad, debido a que tenías vómitos y tensión nerviosa. Sin embargo, estos son síntomas comunes de los primeros meses de embarazo que sufren muchas como tú, y los consideran sólo una pequeña inconveniencia en comparación con la gloria y el privilegio de llegar a ser madres. Dijiste también que te sentiste abandonada por mi padre, y por esto me abandonaste a mí en las manos del abortero. ¿Acaso fue culpa mía haber sido creado en el transcuro de una aventura amorosa, en la cual quizás buscabas cariño, comprensión o compañía? Comprende que yo también necesitaba todo esto, y que sólo fuí una víctima inocente de un momento de pasión.

Dijeron los que te aconsejaron el aborto, que había posibilidades de que yo tuviera un defecto, y por eso yo debía ser sacrificado antes de que pudiera nacer. ¿Me hubiera hecho ese defecto, mamá, menos hijo tuyo o menos humano, o con menos derecho a la vida que los demás? ¿Acaso no somos todos creados por el mismo Dios e iguales en dignidad ante Él? ¿Es que sólo los "perfectos" o los que son deseados por sus padres tienen ahora el derecho a nacer?

Declaraste públicamente que no querías que te practicaran el aborto, porque pensabas que al permanecer embarazada quizás te tendrían lástima y te permitirían quedarte en EE.UU. Uno de los que te aconsejaba comentó que esto es una importante razón para no desear un aborto.

Quisiera haberle podido gritar públicamente que la razón más poderosa, la que posiblemente nadie te expuso, era que aunque yo no había nacido todavía, era un ser humano, no un pedazo de carne o un coágulo de sangre como dicen algunos. Mi corazón -- ese corazón que podía haberte querido mucho -- comenzó a latir a los 21 días de concebido y mi cerebro comenzó a funcionar a las seis semanas. Aunque sólo contaba 10 semanas de concebido al morir, ya tenía manitas, que tanto te podían haber acariciado -- y piecesitos, que podían haber corrido tras de ti. Mis manitas ya tenían huellas digitales -- huellas que mostraban mi identidad y mi individualidad.

Mamá: ¡sé que de haberme podido ver y conocer me hubieras querido! Aunque tú todavía no sentías mis movimientos, porque era muy pequeño, yo me movía dentro de ti, crecía y esperaba que llegara el momento de que me recibieras en tus brazos como te recibieron a ti cuando llegaste, brazos amigos que te ayudaron.

Viniste a EE.UU. después de muchos sacrificios, para poder disfrutar de los tres principales derechos humanos que garantiza la Constitución de esta gran nación: el derecho a la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad. Sin embargo, mamá, en tu afán de conseguir esos derechos para ti misma, quizás te olvidaste de otorgármelos a mí.

Sé que has dicho que hay cosas que hay que hacerlas, refiriéndote al aborto que te aconsejaron. Ruego a Dios por ti, para que te perdone, porque yo creo que no sabes lo que has hecho, y el día que de veras lo sepas, quizás tu dolor y tu arrepentimiento serán muy grandes. Ese día, cuando abras los ojos del alma, sabrás que yo como tú tenía, no sólo un cuerpo, sino también un alma inmortal. Recuerda en ese día que Dios es misericordioso, y que no hay falta por grave que ésta sea, que El no pueda perdonar. Recuerda también que yo, a pesar de todo, siempre te querré y esperaré conocerte algún día en la eternidad.

Tu hijito.

FUENTE: Magaly Llaguno, "Carta abierta a una madre," Escoge la Vida (julio/agosto de 1994), suplemento "Caminos de Esperanza".

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